Mirando de lejos:
-Ella, si ella, esbelta, cabello negro, lacio y corto, sexy, buena sonrisa, nariz pequeña y que buen vestir; eso de la boina a cuadros es un plus que le da un toque intelectual. Ya me lo imagino, que bella escena, en ese café italiano del centro, podemos reír mientras ellas habla de literatura en francés y toma su expresso y yo un chocolate caliente (soy más quisquilloso, digamos más pasivo) mientras fuma con boquilla y cruza la pierna forrada con una deliciosa media oscura; es acida y le gusta el cine mudo, está enamorada de Chaplin y eso me fascina, odia acampar y le gusta Sonic Youth, toma, pero solo se emborracha si hay vino, ¿mayor pecado? Le gusta Miguel Bose. Nuestra relación es enfermiza, mórbida pero increíblemente seductora, ella pinta, me pinta en abstracto, le fascinan mis ojos, dice que son enigmáticos, el sexo es poético, somos inseparables-.
Esperen. Alguien se acerca. Tiene novio, que importa, un cómico percance diría el “seductor” de Kierkegaard. Esperen. Ha tirado la basura de su Hot-dog sobre el suelo (pensé que era vegetariana), ahora ríe escandalosamente mientras su novio, su estúpido novio, la carga; desde aquí se puede ver la comida molida dentro de su boca, además pasa enfrente de mi y ni siquiera me mira, claro, está entretenida mordiéndose las uñas. ¡Que fastidio!, ¡que asco!, ¡que desgracia!-.
-Tal vez ella, la que va pasando justo enfrente del palacio de Bellas Artes; chamarra de piel, botas rojas, ¡gran cabello!, grandes ojos delineados, jeans oscuros ajustados con pequeñas cadenas colgando; lo único realmente maquillado en su rostro es su boca roja. Ella tiene un aire más divertido y serio al mismo tiempo, como esperando una verdadera fiesta en ella. Con ella podría ir a bares sofisticados y algunos antros a los que nos llevarán sus tontos pero agradables amigos, los cuales me aman, dicen que soy profundo. Ella siempre sonríe al verme y gusta de mi plática y a mi me gusta resaltar como gran erudito entre las personas de baja cultura literaria así que disfruto de sus elogios. Lo mejor es cuando vamos a fiestas rave en donde ella suele bailar bajo el yugo del éxtasis o cocaína (es bello en la nariz adecuada) mientras yo la observo danzar, ella se va acercando a mi, me abraza eufórica y me besa; el sexo es casi tierno de no ser por lo pornográfico que puede llegar a parecer (por mi parte claro); ¿Mayor pecado? le gustan los gatos, pero hasta eso le queda bien-
Ahora ella se encamina hacia mi, me ve – ¡me ve!- y me sonríe, voy tras ella. Esperen. Ve a otra persona y también le sonríe, a una tercera y también le sonríe, ¡que absurdo!, además lleva bajo su brazo una revista Rolling Stone y va de la mano de su amiga ¿o no es su amiga?. La armonía estética se fue, ahora de nuevo es trágico.
-La tercera mujer que veo es ya como un sueño, va sola y expectante, con una cámara con la que toma fotografías de aves, de aves y de personas. La imagen con ella es brillante, en donde yo solamente escucho lo que me tiene que decir, mirándola siempre; es algo curioso e infantil y despierta mi imaginación a un grado máximo. Con ella viajo hacia al sur cada dos meses, conozco personas y me muevo tan rápido que el disfrute perdura solamente en la memoria, así es mejor; nos tomamos fotos a la menor provocación, todo día pasa rápido junto a ella, es algo sublime, una imagen estética sin igual, la cúspide-
Ella voltea para fotografiar una paloma, yo miro hacia arriba buscando el cuadro, pasaron segundos en lo que me incorporaba y ella ya no estaba.
Por fin me resigno a caminar un poco, pensando en lo ideal de las mujeres que “conocí”, como maniquíes en aparadores, vendiendo maneras de percibir -¿Por qué tiene que ser así?- Al fin, caminando hacia mi casa alcanzo la perfección, una mujer tan igual a las demás pero sin las pretensiones que tienen hoy en día todas aquellas que gustan de pasearse por las calles burdas del centro de la ciudad. Algo más bien callado, abstracto y superior, algo tal ves más sincero o por lo menos algo duradero y congruente. La diferencia es minima y en algunas ocasiones inexistente. La señora gorda de rojo no me dejara mentir, ella vio como la he observado, ella sabe que me he enamorado. Hoy en día ¿Cuál es la diferencia entre esta mujer sofisticada y las demás?

-Ella, si ella, esbelta, cabello negro, lacio y corto, sexy, buena sonrisa, nariz pequeña y que buen vestir; eso de la boina a cuadros es un plus que le da un toque intelectual. Ya me lo imagino, que bella escena, en ese café italiano del centro, podemos reír mientras ellas habla de literatura en francés y toma su expresso y yo un chocolate caliente (soy más quisquilloso, digamos más pasivo) mientras fuma con boquilla y cruza la pierna forrada con una deliciosa media oscura; es acida y le gusta el cine mudo, está enamorada de Chaplin y eso me fascina, odia acampar y le gusta Sonic Youth, toma, pero solo se emborracha si hay vino, ¿mayor pecado? Le gusta Miguel Bose. Nuestra relación es enfermiza, mórbida pero increíblemente seductora, ella pinta, me pinta en abstracto, le fascinan mis ojos, dice que son enigmáticos, el sexo es poético, somos inseparables-.
Esperen. Alguien se acerca. Tiene novio, que importa, un cómico percance diría el “seductor” de Kierkegaard. Esperen. Ha tirado la basura de su Hot-dog sobre el suelo (pensé que era vegetariana), ahora ríe escandalosamente mientras su novio, su estúpido novio, la carga; desde aquí se puede ver la comida molida dentro de su boca, además pasa enfrente de mi y ni siquiera me mira, claro, está entretenida mordiéndose las uñas. ¡Que fastidio!, ¡que asco!, ¡que desgracia!-.
-Tal vez ella, la que va pasando justo enfrente del palacio de Bellas Artes; chamarra de piel, botas rojas, ¡gran cabello!, grandes ojos delineados, jeans oscuros ajustados con pequeñas cadenas colgando; lo único realmente maquillado en su rostro es su boca roja. Ella tiene un aire más divertido y serio al mismo tiempo, como esperando una verdadera fiesta en ella. Con ella podría ir a bares sofisticados y algunos antros a los que nos llevarán sus tontos pero agradables amigos, los cuales me aman, dicen que soy profundo. Ella siempre sonríe al verme y gusta de mi plática y a mi me gusta resaltar como gran erudito entre las personas de baja cultura literaria así que disfruto de sus elogios. Lo mejor es cuando vamos a fiestas rave en donde ella suele bailar bajo el yugo del éxtasis o cocaína (es bello en la nariz adecuada) mientras yo la observo danzar, ella se va acercando a mi, me abraza eufórica y me besa; el sexo es casi tierno de no ser por lo pornográfico que puede llegar a parecer (por mi parte claro); ¿Mayor pecado? le gustan los gatos, pero hasta eso le queda bien-
Ahora ella se encamina hacia mi, me ve – ¡me ve!- y me sonríe, voy tras ella. Esperen. Ve a otra persona y también le sonríe, a una tercera y también le sonríe, ¡que absurdo!, además lleva bajo su brazo una revista Rolling Stone y va de la mano de su amiga ¿o no es su amiga?. La armonía estética se fue, ahora de nuevo es trágico.
-La tercera mujer que veo es ya como un sueño, va sola y expectante, con una cámara con la que toma fotografías de aves, de aves y de personas. La imagen con ella es brillante, en donde yo solamente escucho lo que me tiene que decir, mirándola siempre; es algo curioso e infantil y despierta mi imaginación a un grado máximo. Con ella viajo hacia al sur cada dos meses, conozco personas y me muevo tan rápido que el disfrute perdura solamente en la memoria, así es mejor; nos tomamos fotos a la menor provocación, todo día pasa rápido junto a ella, es algo sublime, una imagen estética sin igual, la cúspide-
Ella voltea para fotografiar una paloma, yo miro hacia arriba buscando el cuadro, pasaron segundos en lo que me incorporaba y ella ya no estaba.
Por fin me resigno a caminar un poco, pensando en lo ideal de las mujeres que “conocí”, como maniquíes en aparadores, vendiendo maneras de percibir -¿Por qué tiene que ser así?- Al fin, caminando hacia mi casa alcanzo la perfección, una mujer tan igual a las demás pero sin las pretensiones que tienen hoy en día todas aquellas que gustan de pasearse por las calles burdas del centro de la ciudad. Algo más bien callado, abstracto y superior, algo tal ves más sincero o por lo menos algo duradero y congruente. La diferencia es minima y en algunas ocasiones inexistente. La señora gorda de rojo no me dejara mentir, ella vio como la he observado, ella sabe que me he enamorado. Hoy en día ¿Cuál es la diferencia entre esta mujer sofisticada y las demás?
¿De verdad es una señora? Es un hombre, digo, género masculino. Uno delicado.
ResponderEliminarMás mejor miremos maniquíes. tan pa trabar.
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